15 de abril de 2013

Especial series británicas: Survivors de Terry Nation


El motivo de dedicar estos artículos a series británicas es que, sobre todo desde mediados de los setenta, sientan las bases de las que partirá la ficción milenarista posterior. Escenas hoy habituales del género apocalíptico nacieron de multitud de episodios emitidos por la BBC en esos dorados años.


¿A quién no le gusta presenciar el típico primer ataque para ver cómo lo resuelven en esta o aquella película de zombis? ¿Y la escena del aprovisionamiento en el supermercado? ¿Los primeros conflictos entre supervivientes armados? ¿Gasolina o diesel, bicicletas o caballos? Todos estos planteamientos tan reconocibles hoy día se fraguaron en gran medida en la serie británica que nos ocupa hoy: Survivors (1975-1977). Con anterioridad, hemos hablado del remake que hubo hará unos años. Pero la original, como comprenderéis, precisa del trato de honor que le corresponde.


Terry Nation, galés creador de esta serie, había alcanzado la fama hace más de una década con el guión de la segunda temporada de Doctor Who, gracias al éxito de sus daleks. Probablemente llevado por las mismas musas hippies que impulsaban al londinense John Seymour a bucar la autosuficiencia por aquellos mismos años, creó la que se podría calificar como la primera serie televisiva postapocalíptica propiamente dicha. La premisa es conocida hoy, pero hay que valorar que realmente se trató de la primera vez que se usaba: el 99% de la población mundial fallece de una gripe que ríete tú de la del dieciocho. Me encanta el científico oriental al que se le cae el matraz que parece contener la bacteria. El tipo sale de ahí a grandes trancos sin mirar atrás, pero cuando aterriza en Moscú uno no sabe si es que le empieza a doler la cabeza o es que se está echando el bálsamo del tigre, tan popular en la época.


Los afortunados (aunque eso está por ver) que sobreviven, lo hacen porque son inmunes, pero tan solo lo son a ese determinado tipo de gripe que casi extermina a los humanos. El frío, el hambre, la sed, el fuego, las alimañas, la peste, la otredad («¡el infierno son los otros!»), ¡una simple torcedura de tobillo o un nada sofisticado pero mortal catarro!, todo representa una amenaza ahora para ellos. Y deben sobrevivir. O morir en el intento. Esto no es LOST, aquí no hay concesiones, segundas oportunidades, descamisados o moreno de rayos uva. Esto es real, totalmente real. El único punto de ficción es la premisa de la plaga desde la que parte la serie. La primera temporada se centra entonces en las desventuras de un grupo de supervivientes en una zona rural de Gales. Abby Grant, interpretada por la bellísima Carolyn Seymour, mitad rusa, mitad irlandesa, es la líder del grupo y la madre coraje que no se resigna a creer que su hijo pueda estar muerto.


Ian McCulloch, sí, el de las pelis italianas de zombis, un gigantón escocés nacido en plena Segunda Guerra Mundial, interpreta a Greg Preston, un ingeniero y piloto de helicóptero transformado involuntariamente en granjero aguerrido. Resulta que McCulloch había sido un oficial nazi en Where Eagles Dare, lo que es sin duda un papelazo por pequeño que fuera. Y sale en un capítulo de La fuga de Colditz. ¿Qué mejor currículum, por Mitra? Finalmente acabó protagonizando nada más y nada menos que un clasicazo: Contamination. Sumado a haber sido el héroe de Nueva York bajo el terror de los zombis, este tipo engloba en su persona haber protagonizado las versiones espagueti tanto de Dawn of the Dead como de Alien. ¿Se puede pedir más en esta vida?


Y Lucy Flemming es Jenny, la buena y dulce Jenny. Cabe destacar la interpretación de Talfryn Thomas como el vagabundo galés que trata de sacar siempre partido de una situación, por muy adversa que se muestre. No os esperéis grandes tiroteos, cabezas volando segadas por cartuchos del calibre doce, persecuciones en todoterreno ni nada efectista. La serie se vale de inteligentes elipsis para narrarnos la historia con una gran economía de medios (aunque tampoco es que los hubiera). El movimiento de la cámara no aporta nada nuevo en realidad, pero poco importa, porque lo que hace a esta serie una joya milenarista es aquello que está más cuidado y en lo que sus artífices ponen el énfasis: el guión, la narración de esta alegoría distópica y posmoderna que versa, fundamentalmente, sobre las dificultades intrínsecas de la vida en la comuna, y en definitiva, de la vida en común. 





Realmente, Terry solo está involucrado en la primera temporada. Por desavenencias con la producción (me imagino la solicitud de un aumento y la negación del mismo), dejó la serie al finalizar la primera temporada. Con él se fue Carolyn Seymour, muy airada también, y con ella la guapa de la serie. Así que el protagonismo recae sobre Ian, nuestro escocés que pronto mataría zombis bajo la batuta de Fulci o de Girolami. La segunda temporada se comienza a centrar en problemas de supervivencia a largo plazo: la cosecha, el embarazo, la amistad, el recelo del extraño, la responsabilidad que conlleva poseer algún conocimiento, las enfermedades, el amor, la tecnología, la confección de un censo de la población, el reestablecimiento de las relaciones internacionales. Algo asombroso. En resumidas cuentas, un rollo mucho más hippie, orientado totalmente hacia la sostenibilidad en la vida natural, la autosuficiencia en ese mundo salvaje y peligroso, como recreación de la filosofía natural propia de aquellos años, enfocada a la búsqueda de la manera de vivir al margen del mundo capitalista. Aunque nuevamente no solo el ambiente les será hostil… Se suele decir, con mucha ligereza, que con la salida de Terry Nation la serie perdió algunos enteros, pero en mi opinión simplemente se trata de una evolución natural. Poco a poco los humanos bastante tienen con el reto de sobrevivir al día a día, como para seguir fastidiándose entre sí. No obstante lo harán, pero a otro nivel. Acaso con el uso de una violencia soterrada, casi de carácter psicológico. Aunque nadie desdeñará el uso de la fuerza llegado el caso. El gran problema que se desvela en la segunda temporada es que el verdadero enemigo a batir es la propia fragilidad del ser humano. Quizá el mayor éxito que tienen los guiones de los cómics (y digo los cómics) de Kirkman de The Walking Dead sea esa similar atención por la psicología de los personajes, sus motivaciones, sus miedos y las conversaciones que en torno a estos temas surgen entre ellos. Una suerte de intrahistoria postapocalíptica. Y qué queréis que os diga, pero hay una escena que bien parecía la de un taxista paquistaní llevando a una doctora de Gales hasta un oscuro Londres postapocalíptico preñado de cadáveres pudriéndose y ratas infestadas de pulgas. Se ha de ir con las ventanillas bajadas y, aunque no fumes, preferirás encenderte un pitillo con tal de mitigar el hedor. Las pistolas son para espantar a las ratas. Y no queráis ni imaginar cómo es el metro… Afortunadamente, los supervivientes que habitan ciertas espacios del metro londinense tienen acceso fácil a películas y proyectores, que reparan la cordura hasta cierto límite, y tecnología que facilita la comunicación. Bueno, ¡y tabaco! ¡Agua caliente, jabón! ¿Preferís el campo o la ciudad, eh, amigos milenaristas? Aquí entrará en escena, probablemente por vez primera (en el sentido en que a partir de aquí se usaría en el cine apocalíptico) la transmisión emitida por radio que anuncia un paraíso allende los mares.




La tercera temporada sigue esos mismos derroteros hasta alcanzar cotas realmente originales y sorprendentes. Mejor no desvelar nada concreto al respecto. Descubridla capítulo a capítulo. Baste decir que en ella asistiremos al viaje de algunos de estos supervivientes por todo el Reino Unido, y comprobaremos lo duro que es permanecer con vida para ellos y para muchas de las comunidades que visitan. Contemplaremos un mosaico folk postapocalíptico inteligente, conmovedor y genuino. Y os asombrará el método de transporte del futuro de esta hermosa fantasía posmoderna y distópica… Recordad por encima de todo la época en que fue creada la serie: 1975-1977. Antes del boom del cine apocalíptico ochentero. Se podría afirmar que esta serie fue el verdadero detonante de casi todo lo bueno que vino después en el género apocalíptico… El Dawn de Romero es de 1978.



Os dejo con un vídeo en el que recojo algunos de esos momentos inolvidables de los primeros episodios.

11 de abril de 2013

Nuestros zombis favoritos: Darby Jones en I walked with a zombie


Darby Jones comenzó su carrera hollywoodiense a principios de la década de los 30 haciendo pequeños papeles en películas de Tarzán (su actuación más célebre fue en Tarzan Escapes, que de escapar nada, que lo que hace es aburguesarse, pero esa es ya otra historia) o de aire colonial, como la célebre serie Queen of the Jungle, que era el equivalente a nuestro LOST. También saldría haciendo bulto en un coro en la película A day at the races, de los hermanos Marx, o de Santa Claus negro de una comedia romántica ambientada en Panamá. Todo papeles pequeños y centrados en su mayoría en encarnar nativos africanos. 



Hacia 1940 se casó con Sara, una chica de origen judío, en lo que supuso uno de los primeros matrimonios interraciales de Hollywood. Poco después, en 1942, en I walked with a zombie parecía, a priori, destinado a hacer lo mismo de siempre, pero esta vez debía dar vida… es decir, interpretar, a Carrefour, el guardián del camino que conduce hasta el templo vudú haitiano, el houmfort. Y quien mejor que Darby para interpretar al descomunal gigante zombificado que ejecuta las órdenes de su oscuro amo. Os juro que verle ahí parado en medio del laberinto de caña de azúcar me hiela el corazón. El machacón e incansable ruido de sus pisadas taladra los oídos y perfora la cordura. Sus largos brazos, ¡su mirada vacía! En ningún momento queda totalmente claro si se trata de un muerto viviente o simplemente de un perturbado privado del control de sí mismo. Ese es otro punto a favor de esta maravillosa película de Tourneur, producida por el glorioso Val Lewton para la RKO. 




Posteriormente, prosiguió haciendo los mismos pequeños papeles de guerrero nativo que había hecho siempre. Hasta el punto de encarnar en 1953 en una misma teleserie, Gung Busters, a dos jefes tribales distintos en diferentes episodios. Es falso que, como indica su ficha de actor en IMDb, en 2012 actuara en el corto Lesbian with a truck. Sería gracioso, jaja, pero me temo que se trata de otro Darby Jones.

Os dejo con su mejor papel: Carrefour, el guardián en el laberinto de caña de azúcar…

9 de abril de 2013

Nuestros zombis favoritos: Mark Price en Before Dawn


Before Dawn, como decíamos ayer, se ha granjeado el honor de estar entre las mejores películas de zombis de la historia precisamente por aportar aspectos como un guión y una fotografía para nada habituales, por su calidad, en una película de zombis. Está rodada con suma inteligencia, las interpretaciones de los actores están muy conseguidas, son muy reales, y sus zombis, oh, ¡sus zombis son excelentes! Todos ellos. Ladran, babean y trincan las garras de un modo tan espeluznante y sobrecogedor que a nadie dejarán indiferente.

Son zombis rápidos, puro nervio, pero de esos que en principio están tranquilos y precisan de un estímulo que prenda la mecha de su insaciable apetito por la carne humana. A mí esto me parece un gran acierto. Siempre he sido muy fan de los zombis que estando tranquilitos en su esquina se arrancan en un inopinado sprint por hacerse con la tráquea de alguien.

Como digo, todos los zombis de la película son excelentes y terroríficos, pero hay uno cuya interpretación sobresale por encima de la de los demás. No se trata de un experto atleta capaz de grandes derroches físicos, sino de Mark V. Price, el papá de Colin, la película de zombis que alucinara a crítica y público hará unos años, confeccionada con un presupuesto de tan solo 45 libras.

Os dejo con un vídeo que recoge los momentos en escena de Mark V. Price en Before Dawn:

8 de abril de 2013

Before Dawn de Dominic Brunt, lo mejor en zombis de los últimos años


Eso es. Before Dawn es de lo mejorcito que hemos visto en lo que a películas de zombis se refiere en los últimos años. Yo no disfrutaba tanto desde que vi Pontypool. La sensación de satisfacción fue tal que me hizo percatarme la de tiempo que había pasado desde que la sintiera por última vez arrullado por la voz de Stephen McHattie. 

Sus protagonistas no son boinas verdes armados hasta los dientes, no son prepers de moda, no cuentan con mágicas katanas ni tintineantes cadenas, ni son buenos ni malos. Simplemente, son reales. De carne y hueso. Y de sangre. Son personas como nosotros, con problemas de esos irresolubles… por resolver. Con miedos y también con esperanzas, por vanas que puedan parecerle estas últimas al espectador. 

Before Dawn es, ante todo, la historia de una pareja desgastada y que ha alcanzado un importante ángulo de divergencia con el paso del tiempo. Se nos presentan dos personajes, uno casi agotado, pero aun así agarrado a un clavo ardiendo, interpretado por el director del filme, Dominic Brunty otro deseando echar a volar, encarnado por la guionista, Joanne Mitchell. Asistimos, pues, a veinticuatro horas en la vida de este matrimonio, que curiosamente coinciden con la noche y el amanecer de los muertos. Con ese fiel retrato de la pareja, la película consigue que tú, oh, piltrafilla humana que no sabes hacer fuego con un arco ni disparar una ballesta, te sientas completamente inmerso en la trama, que formes parte de ella y que temas por la vida de los protagonistas como si se tratara de la tuya propia. 






La fotografía de la película es excelente, cuajada de hermosos verdes paisajes y cielos plomizos. Claro que de vez en cuando irrumpe la roja hemoglobina en escena… 



Cabe destacar también la enorme calidad de los zombis en sí mismos. Su forma de moverse es absolutamente espeluznante, con una suerte de tics nerviosos agudísimos alternados con crisis epilépticas de padre y muy señor mío. No hacen parkour, tranquilos, son simplemente de los de ir siempre por el camino más corto… y lo más rápido posible. 




Sin duda alguna, Before Dawn se merece estar entre las mejores películas de zombis de los últimos años y también, por qué no, de todos los tiempos. Está confeccionada con mucho saber hacer, con oficio y, lo que más nos puede interesar a nosotros, amigos milenaristas, con sumo cariño hacia nuestro querido (y mal llamado) subgénero apocalíptico.  

Os dejo con su trailer:



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